FJM de buenos aires argentina ...

"Los miembros de la Familia Jesus-Mari­a quieren ser, siguiendo el ejemplo de Santa Claudina Thevenet, levadura que, discretamente, hace crecer el amor en su medio ambiente de vida; sal que da sabor, gozo, sentido a la vida de aquellos con quienes viven; la luz que se coloca sobre el candelero y da a conocer la bondad de Dios."


jueves, octubre 05, 2006

Biografía de Claudina - Biografia I


31 DE MARZO DE 1774 - "Muy querida, porque muy buena"


"1774, 31 de marzo, he bautizado a Claudina, nacida ayer, hija del señor Filiberto THÉVENET, negociante y de la señora María Antonieta GUYOT, su esposa". Reynaud que escribió y firmó esta partida de bautismo, en el registro que hoy se conserva en el Archivo departamental del Ródano, es vicario de la parroquia de Saint-Nizier que desde el siglo XIII reúne a la burguesía lionesa en torno a su colegiata.


El emplazamiento de esta iglesia está cargado de historia religiosa y va unido al recuerdo de los cuarenta y ocho primeros mártires de Lyon y de las Gallas, martirizados en el año 177. Los cristianos del siglo V, desolados por no tener reliquias de ellos, cogieron tierra del lugar donde hablan quemado sus cuerpos y la colocaron debajo del altar de una basílica consagrada al principio a los Santos Apóstoles Pedro y Pablo. San Nizier, fue enterrado allí en 573. Se le atribuyeron muchos milagros y en poco tiempo el culto de ese santo obispo creció tanto, que la iglesia tomó su nombre. Destrozada en los siglos VIII y XIII, reconstruida en el XIV, no se terminó hasta el año 1857 con la construcción del campanario sur. Sin embargo en 1774, es ya un soberbio monumento de estilo gótico flamígero.


Claudina THÉVENET, el día de su bautismo, entraba en una iglesia memorial de mártires y de apóstoles, de obispos evangelizadores y de fieles cuyo fervor se había transmitido a lo largo de los siglos. Seguramente, al terminar la ceremonia, fue consagrada a María.
Podemos creer que dicha consagración tuvo lugar ante la hermosa imagen esculpida por Coysevox que la Cofradía de Nuestra Señora de Gracia, existente desde 1562, había colocado en 1771 en el transepto sur. Da la impresión de que la Virgen trata de retener al Niño que se lanza fuera de los brazos de su madre. ¿Hacia quién? ¿Hacia dónde? Día vendrá en que Jesús se marchará por la urgencia de anunciar la salvación libertadora. Y ese día, María no lo detendrá.


Claudina pertenece a una de esas familias características de la burguesía lionesa de fines del siglo XVIII. Su madre, Ma. Antonieta, es una Guyot de Pravieux. Uno de sus antepasados había comprado el castillo de Pravieux a doce kilómetros de Lyon y desde entonces hasta la Revolución, el propietario y sus descendientes se firman Guyot de Pravieux. Pedro, el abuelo materno, se define como "burgués y mercader fabricante". Sus negocios prosperan y en 1740, constituye una nueva sociedad; el acta comienza así: "En nombre de Dios y de la gloriosa Virgen María, nosotros, los infrascritos, Pedro Guyot de Pravieux y Francisco Chenavard... hacemos juntos el presente contrato de sociedad y compañía para fabricar toda clase de telas y paños de seda, oro y plata, o cualquier otras que nos parezcan en beneficio de nuestro comercio...".


Los Thévenet son "burgueses de Seyssel" Seyssel de Francia, en la frontera con Saboya. El abuelo Francisco es uno de los síndicos de la ciudad; su hijo Filiberto se establecerá en Lyon donde ya unos parientes y conocidos trabajan con éxito. Empleado primero en casas de negociantes, funda más tarde con un socio la sociedad comercial Thévenet, Terrat y Cía. Los miembros de esta sociedad establecieron una relación de trabajo con la sociedad Guyot de Pravieux y Chenavard. De ahí sale un matrimonio: el 7 de agosto de 1770, en la iglesia parroquias de San Pedro y San Saturnino, cerca de la plaza de los Terraux, se unen para toda la vida, en las alegrías y en las penas, Filiberto Thévenet y Ma Antonieta Guyot, ante el prior de Ruffigny, pariente de la novia. Los recién casados se van a vivir a la calle Neuve en la parroquia de Saint-Nizier.


El primer hijo es un niño, Luis Antonio; el segundo, una niña, Claudina. Al esperar un tercer nacimiento, los padres buscan una casa más amplia y la encuentran en la calle Griffon.


Claudina tiene sólo trece meses cuando nace Francisco María. Los Thévenet se mudan otra vez, un poco más al norte, en la calle Royale, en un hermoso edificio; en uno de los pisos vive un pariente de los Guyot que fue magistrado municipal.


A los ocho años, Claudina, a la que normalmente llaman Glady, es una niña que lo tiene todo. Ha crecido rodeada de un clima de vida, de amor, de alegría, de amistad; son frecuentes los encuentros con los parientes, primos, primas, y con los amigos de sus padres que también lo son suyos. La familia vive desahogadamente, sin lujo excesivo ni despilfarro, practicando la caridad con los necesitados.


Sin duda hay momentos sombríos. El padre, tan solícito por cada nuevo hijo, debía acordarse a menudo de sus siete hermanas arrebatadas por la muerte, a los dieciocho meses la más pequeña, a los veinte años la mayor. Glady, a los cuatro años, ve morir a su madrina, la hermana mayor de su madre, a la que quiere con ternura; a los siete años pierde a su tía Elisabeth, muy joven, que deja dos hijas pequeñas y un marido desesperado. ¿Le habla su madre en estos casos del "Cielo" que da un sentido nuevo a la vida? Sin duda le enseña a acudir al lado de los que sufren para consolarlos con su compañía y compasión.


Mientras tanto, en el hogar de los Thévenet va aumentando el número de los hijos, y Claudina, al crecer, va adquiriendo un ascendiente natural sobre sus hermanos, lo cual facilita la tarea de sus padres. "No se enfadaba nunca. Todos la amaban, especialmente por su bondad de corazón". Buena porque es muy querida; muy querida porque es muy buena. Familiarmente la llaman "la violeta", la humilde flor tan olorosa a la que se adivina antes de que se la vea.


Hasta 1782, los Thévenet pudieron mantener floreciente su comercio. Pero la economía francesa había entrado en una fase muy crítica. Se van a pique muchos negocios; el de Filiberto Thévenet entre ellos. Claudio Mayet, a quien pedirán más tarde que les escriba sus recuerdos, dirá de él: "Tuvo muchos reveses de fortuna, ocasionados tal vez por el lujo del abuelo que quería llevar el mismo tren de vida que la familia de su mujer". Esta afirmación se basa seguramente sobre comentarios que él oyó cuando era niño a las personas mayores y que le quedaron grabados en la memoria. Se dice también, que los "reveses considerables" se explican además por el carácter emprendedor" del cabeza de familia que a veces le hacía rebasar los límites de la prudencia. En realidad, el estudio de los documentos relativos a esta cuestión, de los años 1782-1785, permiten sacar la conclusión de que la quiebra se habría debido más bien a la insolvencia de los deudores. Filiberto Thévenet aceptó con dignidad la situación. La familia redujo su tren de vida. El matrimonio procedió a la separación de bienes y, a nombre de Ma. Antonieta, monta una nueva casa de comercio de proporciones más reducidas: una pequeña fábrica de chocolate y un almacén para la venta.
En esta época Glady es admitida como alumna interna en la abadía de San Pedro. Tiene entre ocho y nueve años; el monasterio que la acoge puede gloriarse de doce siglos de existencia. El hermosísimo edificio donde Claudina dio el paso de la infancia a la adolescencia había sido construido en 1659 por la Abadesa Ana d'Albert de Chaulnes, que con energía se había esforzado por restablecer el fervor primitivo según la Regla de San Benito. Algunos han dicho que en San Pedro no había niñas internas, mientras que sí las había en otras dos abadías de la ciudad: la Deserte y los Chazeaux; esta última tuvo como pupila ilustre a Julieta Recamier. Sin embargo, de vez en cuando se aceptaban algunas pensionistas a las que se educaba juntamente con las novicias; ése debió ser el caso de Claudina puesto que en la familia quedó el recuerdo de que había estado en la abadía; lo testifica la declaración de María Luisa Mayet, carmelita de Lyon, en el proceso diocesano: "Oí decir a menudo a mi padre, que la Sierva de Dios había tenido mucha suerte de poder ser educada por las canonesas de San Pedro. Recibió una esmerada educación integral. Creo que pasó allí unos siete años". La primera historia de la Congregación, basada en los testimonios de los contemporáneos, nos dice además, que Claudina fue confiada a una religiosa que "le dio nociones de historia y de literatura, la formó en ortografía correcta, y le enseñó a manejar hábilmente la aguja", pero sobre todo "desarrolló en la niña el amor al orden y el cuidado de todas las cosas". La narradora añade que "en los últimos años de su vida, la señorita Thévenet recordaba todavía los consejos de su prudente educadora y hablaba de ella con gratitud y veneración".


No tenemos noticia alguna acerca de la enseñanza religiosa que se le dio ni de la "práctica". No se conoce la fecha de su primera comunión ni de la confirmación, que probablemente recibió hacia los doce años según la costumbre de entonces. Y con mayor razón todavía, ignoramos qué experiencias religiosas tuvo y cuáles fueron sus sentimientos íntimos. Sabemos simplemente que las religiosas de San Pedro tenían una gran devoción a los Sagrados Corazones de Jesús y de María y también a la Eucaristía, que cuidaban mucho la salmodia del Oficio divino. Sus alumnas sin duda quedaron marcadas por todo ello.


Claudina deja la abadía probablemente en 1789. Podemos conjeturar el tiempo que pasó allí por lo de: "alrededor de siete años". Todo este tiempo para llegar a ser “una joven de la buena sociedad". Tiene quince años. Sin duda alguna vuelve a casa con alegría, diciéndose tal vez que allí está su verdadera vida y que en su momento sabrá comprometerse, como lo hicieron sus padres, en el matrimonio.
Pero los tiempos están revueltos y aumenta la inquietud al mismo tiempo que crece la confusión en los espíritus. Claudina no puede analizar la situación pero pronto capta las señales precursoras de la tormenta que se está fraguando.